Página:Cuentos para los hombres que son todavía niños.djvu/79

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pia causa. Tuve horror de ver tanta bajeza reunida; enrojecí, vergüenza sentí de mezclarme con las otras almas errantes del espacio, y huí del fulgor de los astros hasta perderme en la nebulosa.

Interesadas mis compañeras en el fallo de mi conciencia, único arbitro de ambos mundos, siguieren mi vuelo. Yo me esforzaba por aventajarlas. Una de ellas, la más frágil de todas, comprendiendo la tristeza que me embargaba, me siguió llena de solicitud.

Al oír junto a mí el ruido de sus alas, apresuré la fuga, y de un solo envión me hundí en las frías sombras.

"Detente hermana, gritaba mi perseguidora, detente, alma temeraria. Esa región del Saos donde te lleva tu fatal vuelo, está inexplorada. Grave peligro te amenaza. Por Dios, retrocede, Te lo suplico".

Como hacía poco había perdido mi humana envoltura, aun perduraba en mi los instintos, y movido de curiosidad le interrogué.