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que hereda el linaje de tu padre, y de tanto valiente antepasado.

Estas líneas, trazadas por la mano de un anciano, mano impregnada en la experiencia del combate por la patria y por la vida, te darán, fortaleza en horas desfallecidas, y reconforto en tus instantes de amargura.

Comenzaré por advertirte, hijo mío, que del camino que tornes dependerá tu felicidad. No vayas de prisa por la vida, observa con ojos profundos todo lo que te rodea, aprende a extraer del mal que te acecha, el fruto que es el bien. Si logras establecer una estrecha amistad con tu espíritu, no te exasperarán las sañudas e inflexibles dificultades que fatalmente esperan en mitad de la ruta, para hacer tragar al hombre el agrio polvo de que fué hecho.

Quiero hijo mío, que formes para tu culto, un ideal fuerte, cuyas raices estén firmemente atadas a la belleza de tus sentimientos.