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Página:Cuentos valencianos (1910).djvu/126

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V. BLASCO IBÁÑEZ

V. BLAsCO IBÁÑEZ

con su colcha de azulada blancura y complicados arabescos, que á Toneta le habían costado todo un invierno de trabajo.

Bien estarían allí los novios. Qué blandura, ¿eh? Y la inocente vieja creía hacer una gracia obligando al cura á que tocase los mullidos colchones y apreciase en todos sus detalles la rústica comodidad de aquella habitación, que á la noche había de convertirse en caliente nido.

Y después seguían los tormentos, las intimidades fraternales, que resultaban para él terribles latigazos: aquel bruto del Moreno que no se recataba de hablar en su presencia, bromeando con sus amigotes sobre lo que ocurriría por la noche, con comentarios tales, que las mujeres chillaban como ratas y sofocadas de risa le llamaban ¡porc! y ¡animal!) y Toneta, que en traje de casa, al aire sus morenos y redondos brazos, se aproximaba á él rozando su sotana con la epidermis fina y caliente, preguntándole qué pensaba de su casamiento y acompañando sus palabras con fijas miradas de aquellos ojos que parecían registrarle hasta las entrañas,

¡Ira de Dios! La gente le hacía tanto caso como si fuese un muerto que hablara; aquella mujer se atrevía á tratarle con un descuido que no osaría con el gañán más