trasnochados. Nunca llegaba con las manos vacías, y del serón salían camino del primer piso el par de melones verdes y correosos, los pimientos inflamados y brillantes, las frescas lechugas con sus ocultos cogollos de ondulado marfil ó las coles vistosas como flores de rizada blonda, dones que arrancaba directamente de sus terruños, y que al faltar en éstos robaba tranquilamente en los campos del camino, con la imprudencia del chiquillo de huerta acostumbrado desde que andaba á gatas á atracarse de uvas y digerirlas ayudado por los pescozones de los guardas.
Y satisfecho con el agradecimiento que le mostraba la criada por sus obsequios, viendo siempre en Marieta á la rapazuela que en otros tiempos jugaba con él y le arañaba al más leve motivo, apenas si llegó á fijarse en la súbita transformación que iba operándose en la muchacha.
Redondeábase su cuerpo, aclarábase su tez en extremo morena; las agudas clavículas y la tirantez del cuello iban dulcificándose bajo la almohadilla de carne suave y fresca que parecía acolchar su cuerpo; las zancudas piernas, al engruesarse, poníanse en relación con el busto. Y como si hasta á la ropa se comunicase el milagro, las faldas parecían crecer un dedo cada día, como