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Cuentos y cronicas

Prends garde, gourmand. «Ten cuidado, glotón». «No seas atrevido, Robert». «Señorita, así no se come»... «Insolentes, ahora vais a ver». Les trata con naturalidad, con amistad, con confianza, con familiaridad. Todos ellos le conocen, y él conoce a todos ellos, a pesar de tener todos igual uniforme, y de no haber nada más semejante a un gorrión, como una gota de agua a otra gota de agua. Y se ve que ese personaje, cuyo nombre todos ignoran, tiene verdadero amor por sus pajaritos, y que no falta un solo día, desde hace muchos años, a cumplir con su amable tarea, de manera que, si faltase una sola vez, habría verdadera alarma entre el mundo alado que puebla los ramajes de las Tullerías, y que si llegase a faltar para siempre, los pobres animales estarían de duelo, a menos que su alma en libertad fuese visible para ellos en la transparencia de los aires.

Mas, en verdad, una vez se ausentó, enfermo de la vista, y hubo duelo entre los pájaros y gozo a su retorno.

En el jardín del Luxemburgo, cerca del palacio, al lado de las galerías del Odeón, muchas veces he encontrado a diferentes personas que dan de comer a los pajaritos; pero, sobre todo, no dejo nunca de ver a un

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