CUENTOS Y CRÓNICAS
camino comenzado desde hace siglos. Aquí
se escucha el ruido de la humanidad, se bus-
ca cómo penetrar el misterio de las cosas,
cómo mejorar la existencia; la filosofía in-
vestiga, induce, deduce; la ciencia experi-
menta, analiza; se labora por el mejoramien-
to social, por el perfeccionamiento individual.
De las cátedras se extiende un continuo río
de ideas, de que benefician la industria, el
comercio, la salud. Y los ojos de París están
también allí, en el Observatorio, escudriñan-
do la altura, fijos en los astros.
A un lado y otro se extienden los brazos.
Es el París que trabaja, las extremidades lle-
nas de fábricas, cuajadas [de usinas de tela-
res, de chimeneas. Por allí, constantemente,
bullen las muchedumbres de obreros que for-
man la vitalidad productora: los obreros que
saben leer y luchar, los trabajadores que sa-
len de sus labores y van a las universidades
populares a comunicar con sus hermanos in-
telectuales, ya en el faubourg Saint- Antoi-
ne, ya en Montreuil-sous-Bois, en Grenelle, o
en Boulogne-Billancourt , de un punto a
otro, de Asniéres a Charenton, de Vincen-
nes a Puteaux, a Levallois, a Courbevoie.
Pues los brazos de París manejan alternati-
vamente herramientas y libros, antorchas e97