RUBÉN DARÍO
componía de gentes activas, en su peligrosa
industria de falsa mendicidad, cojos fingidos,
falsos ciegos, etc., etc. De todo eso hay hoy
también. Los castigos eran crueles y se
aplicaban con frecuencia. Maítre Francois
Villón solía predicar la moral entre las tur-
bas de vagabundos endiablados, al mis-
mo tiempo que escribía sus célebres ba-
ladas en el jargon de la poco noble «camara-
dería».
De Villón a los héroes de Richepin, el
tipo de los gueux parisienses ha cambiado
por completo.
Nuevas ideas, nuevos elementos, han pro-
ducido distintos resultados. Obsérvese con
Malato cuántos cambios no ha traído, por
ejemplo, la introducción del uso de ciertos
estimulantes, de alcoholes nuevos, de bebi-
das que desconocieron las generaciones an-
teriores. Y con los alcoholes, las negras filo-
sofías. Existe en la alta italiauria enferme-
dad que se llama pellagra, y que proviene de
exclusiva alimentación compuesta de po-
lenta y castañas. Así, ciertos libros han cau-
sado en el pueblo una como pella gra moral,
y el principal síntoma de la terrible dolencia
es una amarga tristeza, que se revela hasta
cuando habla el alma del desheredado de140