Página:Cuentos y cronicas.djvu/154

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RUBÉN DARÍO


santes!» Yo les condenaba; pero después que les he visto de cerca y he leído a Bruant, les excuso, y no experimento por el condenado que oye del fondo de su celda levantar el ca- dalso, más que una inmensa piedad. Se quiere hacer de la mayor parte délos criminales se- res irresponsables. Serían sobre todo incons- cientes, como una de las formas de la irres- ponsabilidad; pero, en todo caso, es Bruant quien ha puesto primero el dedo en la llaga. Ciertamente, el cancionero harto disculpa las fechorías y hazañas del «apache» y de la peligrosa compañera de éste; mas la caridad y la compasión tienen sus límites, y la socie- dad y justicia tienen que ver como enemigos a esos sombríos desventurados que saben, entre otras cosas, dar el coup du pére Fran- gois, lo mismo que una puñalada, al pobre transeúnte que, en hora propicia al crimen, tiene la desgracia de pasar cerca de ellos. En la canción de Bruant A Saint-Ouen, uno de esos parias sociales muestra su áspera vida. En el primer couplet dice cómo, en un mal día, a la orilla del Sena, fué engendrado. Después, desde niño, está condenado a tra- bajar como un negro para comer. En esa in- fancia no hay una sola sonrisa. En la juven- tud, el amor es sencillamente canino.142