Página:Cuentos y cronicas.djvu/38

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R U B E N DARÍO


venían al recuerdo versos de los más lindos escritos con tales temas, versos de Montes- quiou Fezensac. de Regnier, los preciosos poemas italianos de Lucini.., Y con la fanta- sía dispuesta, los cuentos milagrosos, las ma- terializaciones estudiadas por los sabios de los libros arcanos, las posibilidades de la ciencia, que no son sino las concesiones a un enigma cada día más hondo, a pesar de todo... La fácil excitabilidad de mi cerebro estuvo pronto en acción. Y, cuando después de salir de mis cogitaciones, pregunté al alemán el nombre de aquella dama, y él me embrolló la respuesta, repitiendo tan sólo lo de lo histó- rico de la cabeza, no quedé ciertamente sa- tisfecho. No creí correcto insistir; pero, como siguiendo en la charla yo felicitase a mi fla- mante amigo por haber en Alemania tan ad- mirables ejemplares de hermosura, me dijo vagamente: «No es de Alemania, es de Aus- tria». Era una belleza «austríaca...» Y yo buscaba la distinta semejanza de detalle con los retratos de Kucharsky, de Piotti, de Boi- zont, y hasta con las figuras de cera de los sótanos del museo Grevin. . .26