CUENTOS Y CRÓNICAS
que me intrigara tanto un galón rojo que lle-
vaba por único adorno en el cuello, tenía,
digo, un parecido tan exacto con los retratos
de la reina María Antonieta, que por largo
rato permanecí contemplándola en silencio.
¿En realidad, era una cabeza histórica? Y tan
histórica por la vecindad. . . A dos pasos de
allí, en la plaza de la Concordia... Sí, aquella
cabeza que se peinara a «la circasiana», «á la
Belle Poule», «al casco inglés», «al gorro de
candor», «á la queue en flambeau d'amour»,
«á la chien couchant», «a Iá Diane», a la
tantas cosas más, aquella cabeza...
Se sentó la dama a un extremo del hall, y
la única persona con quien hablara fué Wol-
fhart, y hablaron, según me pareció, en'ale-
mán. Los vinos habian puesto en mi imagi-
nación su movimiento de brumas de oro, y
alrededor de la figura de encanto y de miste-
rio hice brotar un vuelo de suposiciones ex-
quisitas. La orquesta, con las oportunidades
de la casualidad, tocabauna pavana. Cabelle-
ras empolvadas, «moscas asesinas», triano-
nes de realizados ensueños, galantería pom-
posa y libertinaje encintado de poesía, tantas
imágenes adorables, tanta gracia sutil o pi-
mentada, de página de memoria, de anécdo-
tas, de correspondencia, de panfleto... Me25