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Cuentos y cronicas

¡Oh, Dios, naturalmente!: he aquí la reproducción de lo «ya visto»... ¿En mí hay reflexión aún en este instante? Sí, pero siento que lo invisible, entonces visible, me rodea. Sí, es la guillotina. Y, tal en las pesadillas, como si sucediese, veo desarrollarse—¿he hablado ya de cinematógrafo?—la tragedia... Aunque por no sé cual motivo no pude darme cuenta de los detalles, vi que la dama me miró de nuevo, y bajo el fulgor color de azafrán que brotaba de la visión celeste y profética, brazo, espadas, nubes y cabezas, vi cómo caía, bajo el hacha mecánica, la cabeza de aquella que poco antes, en el salón del hotel, me admirara con su encanto galante y real, con su aire soberbio, con su cuello muy blanco, adornado con un único galón color de sangre.

III

¿Cuánto tiempo duró aquel misterioso espectáculo? No lo sabría decir, puesto que ello fué bajo el imperio desconocido en que la ciencia anda a tientas; el tiempo en que el

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