maravilloso libro en que Durtal se convierte, viste de resplandores paradiasíacos al lego guardapuercos que hace bajar a la pocilga la admiración de los coros arcangélicos, y al aplauso de las potestades de los cielos. Y Fray Pedro de la Pasión no comprendía eso...
El, desde luego creía, creía con la fe de un indiscutible creyente. Mas el ansia de saber le azuzaba el espíritu, le lanzaba a la averiguación de secretos de la naturaleza y de la vida, a tal punto, que no se daba cuenta de cómo esa sed de saber, ese deseo indominable de penetrar en lo vedado y en lo arcano de universo era obra del pecado, y añagaza del Bajísimo, para impedirle de esa manera su consagración absoluta a la adoración del Eterno Padre. Y la última tentación sería fatal.
III
Acaeció el caso no hace muchos años. Llegó a manos de Fray Pedro un periódico en que se hablaba detalladamente de todos los