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Cuentos y cronicas

II

¡Oh, ignorancia feliz, santa ignorancia! ¡Fray Pedro de la Pasión no comprendía tu celeste virtud, que ha hecho ciertos a los Celestinos! Huysmans se ha extendido sobre todo ello. Virtud que pone un celestial nimbo a algunos mínimos, de Dios queridos, entre los esplendores místicos y milagrosos de las hagiografías.

Los doctores explican y comentan altamente, cómo ante los ojos del Espíritu Santo las almas de amor son de mayor manera glorificadas que las almas de entendimiento. Ernest Hello ha pintado, en los sublimes traux de sus Fisonomías de Santos, a esos beneméritos de la caridad, a esos favorecidos de la humildad, a esos seres columbinos, simples y blancos como los lirios, limpios de corazón, pobres de espíritu, bienaventurados hermanos de los pajaritos del Señor, mirados con ojos cariñosos y sororales por la puras estrellas del firmamento. Joris Karl, el merecido beato, quizá más tarde consagrado, a pesar de la literatura, en el

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