RUBÉN DARÍO
asombrado Fray Pedro, desapareció, sin que
éste tuviese tiempo de advertir que, debajo
del hábito, se habían mostrado, en el mo-
mento de la desaparición, dos patas de
chivo.
Fray Pedro, desde el día del misterioso re-
galo, consagróse a sus experimentos. Falta-
ba a maitines, no asistía a la Misa excusán-
dose como enfermo. El padre provincial so-
lía amonestarle, y todos le veían pasar ex-
traño y misterioso y temían por la salud de
su cuerpo y por la de su alma.
Y perseguía su idea dominante. Probó la
máquina en sí mismo, en frutos, llaves, den-
tro de libros y demás cosas usuales. Hasta
que un día...
O más bien una noche, el desventurado
se atrevió, por fin, a realizar su pensamiento.
Dirigióse al templo, receloso, a pasos calla-
dos. Penetró en la nave principal y se diri-
gió al altar en que, en el tabernáculo, se ha-
llaba expuesto el Santísimo Sacramento. Sacó
el copón. Tomó una sagrada forma. Salió
veloz para su celda.50