¡Si en el momento en que Jesús, o su Santa Madre, favorecen con su presencia corporal a señalados fieles, se aplicase convenientemente la cámara obscura...!
¡Oh, cómo se convencerían los impíos, cómo triunfaría la religión! Así cavilaba, así se estrujaba el cerebro el pobre fraile, tentado por uno de los más encarnizados príncipes de las tinieblas.
IV
Y avino que, en uno de esos momentos, en uno de los instantes en que su deseo era más vivo, en hora en que debía estar entregado a la disciplina y a la oración, en su celda se presentó a su vista uno de los hermanos de la comunidad, llevándole un envoltorio bajo el hábito.
—Hermano, le dijo, os he oído decir que deseábais una de esas máquinas, como esas con que los sabios están maravillando al mundo. Os la he podido conseguir. Aquí la tenéis.
Y depositando el envoltorio en manos del