RUBÉN DARÍO
una aurora de visiones, que me atraen con
una magia imperiosa; a mis oídos llegan no-
tas de lejanas armonías, que han dormido
por largo espacio de años bellas princesas
del bosque de mi vida; mi tacto es halagado
por el roce de aires amigos, que acariciaron
los bucles rubios de mi infancia, y reconozco
el troquel de que.saltó mi primer pensamien-
to, limpio y sonoro como una medalla ar-
gentina.
Y veo, en un país lejano, una vieja ciudad
de gentes sencillas, en donde Jesucristo ha-
bría encontrado ejemplares de sus perfectos
pescadores. Sobre los techos de tejas arábi-
gas de las casas bajas pasa un vuelo vence-
dor en la mañana del Domingo de Ramos:
la salutación y el llamamiento que cantan las
grandes campanas de la Catedral en que
duermen los huesos de los obispos españo-
les. El alba ha encontrado la calle principal
decorada de arcos de colores y alfombrada
de alfombras floridas; en esas alfombras,
tosco artista ha dibujado aves simbólicas,
grecas, franjas y encajes, plantas y ramos
de una caprichosa flora. La policromía del
suelo fórmanla tintes fuertes y vivos: made-
ras de las selvas nativas^ rosas para el rosal,
hojas frescas para los verdes, y, para el blan-
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