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playa, a las primeras claridades, después de atarles hierros a los pies. Maestro Luces gritaba a voz en cuello:

—Aclarar la boza,
y un marinero tras un hombre esperaban el disparo de la campana, a cuyo aviso un solo golpe resonaba en el mar; el mismo que, las primeras veces, quedaba resonando largo tiempo en el espíritu con la visión tormentosa de los ahogados.

Por lo menos, en esta historia del mar queda alguna sensación transparente: "Maestro Luces", el hombre que daba la voz, por su denominación en el barco.

Pero se ve todavía un hombre suspendido de un árbol, sometido al suplicio de perder sus falanges y miembros uno a uno, mientras incita su consejo amenazante: "Mátenme, mátenme, que si quedo vivo..."

Y el engaño de dejar huir unos cuantos pasos a los apresados, para tenderlos a tiros en el campo.

Todo esto lo ha visto el Teniente B y pudo referirlo una vez más.

Los Tenientes fueron a comer al Casino; pero,

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