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Página:Débora.djvu/42

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en un momento de despecho, pudieron ir a un restaurant, a perfeccionar el domingo.

Si hubieran ido, pongamos a "El Cóndor" por ejemplo, tendría ya este motivo.

Encontrarían, irremediablemente, a dos hombres del Norte, que conversaban cosas de su pueblo.

—¡Mozo! ¡Mozo! (Esto es de los Tenientes).

Lo posterior es conocido.

Esto también, pero lo pongo:

—Ah, me encontré pues con el Antonio, adivina onde. ¡Pobrecito!

—¿Onde?

—En el manicomio.

—¡¿Qué, está de loco?!

Estar de loco, como estar de Teniente Político, de Maestro de Escuela, de Cura de la Parroquia. Se puede también estar de bruto sin mayor sorpresa de la concurrencia.

¡Ah! Ahora que hablamos de locos, nuestro Teniente recibió una carta significativa, honda, que puede desquiciar a cualquiera. La recibió hace unos ocho días.

Estaba escrito:

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