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vil

MEFISTÓFELES Y MARGARITA

> de Cárnaval. Alguna lluvia, barro, pocas máscaras en las calles...

Clara había vendido pocas flores, no por falta de paseos y caminatas, pues la habían visto donde circu- laba la multitud; a la puerta del «Teatro de la Tri- nidad», por las tabaquerías y pastelerías, en el Paseo Público, enel Barrio Alto y en la Baíxa... ¡Poca suer- te!... No era bonita, no era traviesa, no llevaba trajes vistosos... y era pobre... Era lo peor de las floristas, palabra de honor... ¿Quién iba a hacer caso de se- mejante diablo y a comprar las violetas marchitas y las tristes rositas mustias de los ramilletes de su cestillo de mimbre?...

En vano bajó los precios y metió la mercancía pur las narices de los que pasaban y pregonó y gimió y su- plicó, intentando decir las miserias de su vida negra; los días sin comer, la renta dela casucha que tenía que pagar, los hijos, el trío... Todos se encogían de hom bros. Ante todos, los importunados mirábanle a la cara. Y veían un estafermo amarillento y picado de viruela, con hoyos en las mejillas, los ojos apaga-

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