FIALHO D"*ATLMETDA
de las madres por sus bebés, la abnegación de las hermanas más viejas, los orgullos de toda la familia tal vez, que se impusiera la tarea de colaborar en la pequeña obra prima, dando unos la tela, cortando otros en el modelo, y cosiendo la legión femenina, en alguna de esas tranquilas veladas en que las ca- bezas en derredor de la mesa con aire demimo se acer- can, bajo la luz tenue de la lámpara...
Y Gabriel, con la cabeza baja, lleno de una envi- dia lúgubre, desgreñado como un monstruo de cuento, todo roto y todo sucio, pies descalzos en el barro, calzones recomidos por la orla e incrusta- dos de remiendos de color, el aire bisoño de un ra- pazuelo enjaulado, extendía mequinalmente el ces- tillo de mimbres, viendo pasar tantos príncipes e hidalgos; marquesitos de casaca bordada y caja de rapé esmaltada; pastoras del Trianón llevando ama- polas y espigas en los sombrerillos de paja; poetas y cardenales mordisqueando bombones de choco'ate y vainilla; frágiles judías de ojos púdicos can panta- Jones de seda clara, chapines de oro y velos de llama espumosa; los abates de corte, con el tricornio a un lado y bastón de hierro; y Mefistófeles de cuatro años, Marías Autonietas de seis, Shakespeares de ocho, del brazo con alsacianas morenas y rubias, con magas, primaveras, auroras y noches; Margari- tas de manos cruzadas en el cuello y escarcela a un lado: todo el mundo célebre de la historia y del arte, reducido a una escala infinitésima, alado de petu- lancias vivas, riendo en su gracia virginal, tan cen- telleante de' color y adorable de pequeñez que,
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