FIALHO D"'*ALMEJIDA
ciedad, la malla revelaba el calzoncillo, por cuanto la ciencia confirma la relajación de ciertos músculos por la decapitación... Pero la alta química inglesa, que había asistido en silencio al debate, intervino pidiendo un resquicio, por infinitésimo que fuese, de la sustancia a fin de que los modernos procedimien- tos de análisis lanzasen el ultimatum que el caso exigía, con urgencia. El público inglés ng consintió sin embargo: ¡tal es el respeto de los sajones por los monúmentos históricos!... Y en una solemne protes- ta, doscientos meetings hicieron sentir al gobierno su voluntad sobre la malla del buen Rey Carlos Es- tuardo,
Sir Bell, el tribuno, hizo un discurso genial, lla- mando réprobo y criminal al que tocase, aunque fue- se con la punta de la nariz, en el medallón negro de la reliquia...
«...Puesto que es único en el género; y el Mártir no podrá brindar a los Museos del Reino Unido con otro de igual tamaño!...», resumía en medio de una tempes- tad de aplausos...
Fotógrafos y pintores vinieron piadosamente con sus máquinas y caballetes al Castillo de Clifton, a reproducir el singular endurecimiento que tamañas dudas provocaba, Y vendiendo copias a dos chelines enriquecíanse en día y medio, vitoreados en las pla- zas y calles de la gran ciudad...
Lord Clifton abría con hidalga generosidad sus puertas a romeros y sabios, Hizo moldear un cristal en la tapa del cofre de oro en que se conservaba la santa ropa, orgullo de su casa y blanco de las aten- «ciones de un gran pueblo...
— 160 —