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LA CIUDAD DEL VICIO

—Así os inclináis ante el precioso documento del buen rey, decía el duque desde su egcaño del Parla- mento... ¿Qué haríais entonces, si como la siempre llorada mano de mi ilustre abuelo lo hubiéseis pal- pado fresco, en un éxtasis, acercándolo a los labios para oscularlo reverentemente?...

Y por sus barbas venéerables y blancas, hilos de lágrimas- corrían...

Al fin de un año de disputas, de conferencias gran- dilocuentes y de las más catedralescas hipótesis, la gran comisión de sabios recapituló que... una de dos:

1.7 O en tiempo del Rey Carlos reinaba como suprema elegancia el hacer de las piernas brazos y en tal caso el harapo de Clifton era sin duda alguna camisa confeccionada para un decapitado, por no presentar abertura entre las mangas, pudiéndose la

2. Q, en caso

malla clasificar de sanguinolenta... 2. contrario, era un par de calzoncillos y, por consi- guiente, la malla...

Seguíase un latinajo púdico para explicar la com- posición de ¡a histórica argamasa...

¡Alarma en toda la líneal... En las bibliotecas llo- vian arqueólogos y eruditos a investigar si de hecho constituyera prodigio «le galantería europea en tiem- pos de Carlos el traer las manos por el suelo...

Las ladies de tez purísima y ojos de zafiro se ru- borizaban, de pensar en la renovación de ese refina- miento. Republicanos moderados, jacobinos de media fuerza o rojos puros, berreaban en cónclaves secretos contra la degradación y el embrutecimiento de las familias reales, y de las aristocracias, jurando que la

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