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1A CIUDAD DEL VICIO

mostraba, su verguenza entre mujeres, y lo que la lengua de Alvares insinuara... Y ligando aquellos datos al pequeño anillo que le había visto en el de- do, la graciosa silueta de la dama embozada y sin- gulares desalientos en que le veía sumergirse, adivi- né la cosa toda... ¡Nada más sencillo!... Y al repa- zuelo que en silencio mascaba bombones, dije:

—¿Entonces qué, Luisito, diste hoy un gran pa- Seo?...

El dijo que sí con la cabeza.

—¿Te gusta aquella señora?...

La misma respuesta.

——Es la tía, no. ¿Cómo se llama?

—Es mamá, mautá, dijo él vivamente.

—Es verdad, mamá. ¿No la veías hace mucho tiempo, eh?

—No la veía, repitió él, y la cabecita chata, echa- da para atrás, sin esfericidad y sin gibas, hacíale re- saltar el hociquito aguzado de bruto, menudito y pálido, con los agujeros de las narices abiertas,como aplastadas por un puñetazo, y la boca fría, inexpre- siva e inerte que tenía la brevedad de un golpe.

De allía una hora apareció el mayorazgo.

—Sepa el señor que me marcho mañana, exclamó él con modales bruscos y un temblor en las manos... Y con un tono de explicación añadió: —Voy a vivir del todo entre Jos matorrales... ¡Otro descanso en las heredades... ¿Quieres, eh, Luis?...

Agarré el sombrero para salir y apretándole en los brazos dije:

—Si necesita usted de mí, escriba... Adiós...

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