+P1ALHO D*ALMETDA
serías morales y de los juanetes paternos, teniendo» virtudes previstas en la Carta Constitucional, y un compadre en Lisboa; y explotando el trabajo de las. aldeas con el aspecto de protegerlo, terror de los candidatos, prestando a réditos, señor de manos. gruesas, con las uñas aplastadas, pelos en los oídos. y un dolor de ciática con las mudanzas «:: la tempe-- ratura, pronunciando sin gracia y riéndose con unos dientes verdes; ese hombre estaría arrodillado a los pies de eila, con los brazos febriles entre su cintura ondulante, sudores en la calva, y tartamudeando' mo- nosílabos de sátiro decrépito... Y le veía lleno de: pretensión, con el traje nuevo, eructando cuentos y chascarrillos, dominado por un vicio de muchachitas. jóvenes, endurecido en el egoísmo dispéptico de los: viudos, hacer el asedio a aquella pobre hija de almo- jarife de coto real, ambiciosa como todas las hechi- zadas de príncipe, llena de los hormigueos de su lujo: entrevisto en cacerías de corte, acechado por las ce- rraduras, aspirado en el rumor de las fiestas reales, en el tintinear de las vajillas, enlas músicas decámara. dominadas de una austera gracia, enlas tozlettes delas grandes damas, en los centelleos de las r/viéres y en lossusurrosde los abanicos pintados por Greuze y Ga- lland,en todos los refinamientos de la alta vida, exa- gerados en la pragmática de palacio, provocando un huracán en ese espíritu de gacela vanidosa...
Y la vida de casados en un horror de finca, con las ventanas de la cámara nupcial abriendo sobre al- gún patio de labor,poblado de carretas del tiempo del cautiverio de Israel, de gañanes en mangas de camisa
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