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LA CIUDAD DEL VICIO

Jana... ¡Vayan a descubrir en esa sourire chapeau rose, un rastro siquiera del gazpacho rústico, vayanl... Francamente, buen hombre, iba confesando para mis adentros, al meditar en la obesidad amorosa del ma- yorazgo; si fuese otra, condenábala por haber trai- cionado esa tu blanda bondad de puerco gordo. Eres una bella persona, sin ofender a nadie. Sin em- bargo, eternizando contigo la luna de miel de los bien casados, aquí entre nosotros, la condesa que- daba en ridículo... Hay cosas, ¿tú comprendes? que una mujer de gusto no puede hacer sin compro- meterse... Imagínate tú que comenzaba a engordar matrimonialmente en paralelo contigo, conforme es uso en los matrimonios patriarcales de tu distrito... ¡Diablo, diablo! Esa gordura era obscena en una se- ora...

Poníame entonces a imaginar a la condesa en su segundo día de esposa, de pie en su palacete de pro- vincia,aún en traje de novia, y despertando desusue- ño de virgen para repeler el amor de ese hombre vul- gar con rebeliones de princesa cautiva, transfigura- da, inflamada, clamando por alguien que tuviese ta- lento, un ideal de cultura, y fuese bravo, abnegado y dulce, con maneras de gran señor... Y aquel hom- brecillo de arado, tan sencillo y tan tosco(1), hijo de un criado, engendrado en el vientre de una mujer del monte, heredero de las ordinarieces, de las gro-


(N 7Zao singelo e tao gebo, dice Fialho, Gebo es rústico, tosco, rudo; y es curioso que la palabra haya ido de Portugal a Vasco- nia O emigrado de Vasconia a Portugal, pues un gebo es en las Provincias Vascas un rústico, un palurdo.—NV. del 7.

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