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Página:DAlmeida Ciudad del Vicio.djvu/228

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FIALHO D'ALMEJ]DA

irán a conjeturar sino que ando aquí dirigiendo el tesoro?... Una tristeza poética le empañaba la faz de castrado... Dijo lentamente algunas veces, partiendo las palabras como quien las expurga de sentido: «... amasado con el suvior..» Casi estuvo esbozando un gesto de enojo, recordando picapedreros inno- bles, incrustados de fango como animales de esterco- lero y sudando bestialmente, que días antes había visto en una calle, encenagados en el trabajo como cautivos en la ergástula; pero continuó: «...Manjar alguno de príncipe, por delicado que se antoje, po- drá igualarle en saludable influencia y excederle en exquisito sabor...» Dijo entonces para sus adentros:

—¡Es tal vez bueno para la diabetes ese pan ce- lestial... ¡Y yo la sufro!...

Estuvo sin hablar un rato y royendo la uña gran- de con sus dientes caninos de lobo, irguió majestuo- samente el rostro en la crispatura de quien cavila; aquel rostro histórico y rígido que la pragmática ordenaba en las caídas de ministerio...

-—-Pues voy a probar pan con sudor, a ver qué tal sabe... ¡Mayordomo!...

Un genízaro rapado con navaja, grandes cuellos apuntalando el cerebelo, librea dorada con borlas de relieve, y vastos surcos apopléticos en el rostro, le- vantó los cortinones, haciendo acto continuo con la cabeza un arco de ciento ochenta grados. El rey quedóse diciendo:

—Que prometiese algo a los del memorial, todo incluso, pero oiga... para el año que viene. Si les gusta la música, la banda toca el himno allá abajo

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