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«de ¡inmundos animales; y los que, en sectas infor- mes, despreciablemente destrozados, perseguidos, vagabundos, por todo el país predicaban absurdos y desvaríos...

En el lujo de los ricos, notas de extravagancia in- solente daban la medida de iguales desarreglos... Las mujeres ceñíanse los vestidos con relieves impúdi- cos, imitando en los cortes figuras de peces, mari- posas y aves, en un charivari de colores vivos y con- trastes de gustos de tribu caraiba. En esta agonía de raza temblona, sin conciencia ni vigor, si la ne- gativa de Menelao hizo mal efecto, la noticia del pan amasado con sudor del trabajo, y después comido en palacio, parcamente, pobremente, como en la cho- za más fría de un mendigo, lejos de ser mirada co- mo grotesca, ensalzáronla como ejemplo de la más sana filosofía... entre esa gente. Menelao subió más aún en los grados de estimación...

Cuando por todas partes se difundió la noticia de que el menarca, en un impulso de heroica bondad, pretendía comenzar a vivir de las ganancias de sus “aptitudes particulares, el pasmo de la.masa fué ex- tremo por pensarse que la amplitud de este capricho llegaría a la donación voluntaria y generosa de todo lo que el rey anualmente acostumbraba a chupar de las ubres de la nación... Tener rey gratis; he aquí el pensamiento dominante en ese país de hambre... Y da leyenda transfiguraba la figurita regia, en un Me-

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