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arrepentimiento de haber transigido con el popula- cho y de haber abdicado del orgullo dinástico que mantenía a distancia a esa vil raza de /ellahs; había olvidado que la realeza, cuino la madera agusanada, dura podrida mucho tiempo mientras no se le toca; Su travesía por el mundo de los versos había sido ri- dícula; queriendo vivir del triste pan de las cabañas, había sido idiota...

Y como esponja embebida en líquidos, se le hin- <haba en el estómago aquel pan negro comido, des- medidamente, furiosamente, obstruyéndole con un peso de metal que se hiela y se inmoviliza... Para hacerle desembarcar, los ministros le sirvieron de an- garillas porque el rey no se podía mover; y detrás la turba, desmelenada, clamaba y mugía a la luz de los hachones, en la alegría indecorosa del vino...

Rojas claridades descubrieron entonces los mue- lles apiñados de burgueses, con el sombrero sobre los ojos y las manos en los bolsillos, riendo en voz baja unes con otros, y volviendo las espaldas cuan- do pasaba el cortejo... Á veces, del corazón de las tinieblas irrumpía una frase cruel, que instigaba públi- Ccamente al escarnio, incitando a la rebeldía; oscuri- dades espesas llgvían de las embocaduras, hirviendo en rumores de amenaza; y súbitamente, al atravesar el barrionoble, —Babilonia defachadas álgidas, tejadi- llos lúgubres y torres roquizas con gradería carco- mida—Meselao vió bien que estaba perdido... Ni una luz en las fachadas. ni un viva en boca de las fami- lias patricias, que le veían pasar con la turbamulta de los descalzos... Y su boca escaldaba y el estóma-

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