FIALHO D'"ALMETDA
go le crecía más y más y sus labios blancos mur- muraban en una aflicción de empacho: —¡Mi reino por una botija de Sedlitz!...
¡Ay, pobre Menelao!... Había querido digerir el pan ganado conel trabaio, como 'si de tal fuese capaz su estómago de ocioso, delicado, señoril, dispéptico, a quien una ascendencia de pompa, cos- tumbres galantes y placeres había educado so- lamente para vivir del pan de los demás, y he aquí cómo pereció de indigestión el buen Rey Me- nelao, tan querido de su pueblo, que todos los años, aun ahora, lle':a luto en el día del aniversario de su muerte; y antes de él seis. meses nadie trabaja de pena, lo cual ocurre también en llos seis siguientes a pesar de ser muy laboriosos todos los habitantes del pequeño país de las francachelas... Para colmo de poca suerte, murió sin admirar la rica palma de cá- ñamo y oro, que, en los certámenes poéticos del oto- ño, Mont-Real le dedicó en pleitesía a las Hojas y Cáscaras rimadas, premio votado unánimemente por la noble Academia de Tolosa, en la sección: Sujet li- bre, quarante vers au plus (1)...
La palma figuró muchos decenios entre las joyas de la corona; pero ¡oh fatalidadi... vino un día la Re- pública, que la hizo cortar en botones para los cal- zoncillos de gala del Presidente.
(1) Fialho, para dar más carácter a esta narración fantástica” y satírica, pero de una intención tan sangrante y de una insidia tan pérfida y poco velada de asaeteo al pobre Rey don Carlos 1,. «el Martirizado», emplea aquí la írase francesa: Zema libre, cua- renta versos a lo más.—N. del T.
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