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Página:DAlmeida Ciudad del Vicio.djvu/72

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FIALHO D”ATMEl1DA

rabia, corrían, posábanse, desbandábanse, damas- ) quinando las negruras con las fantasías níveas... F

¡Y el palomo negro no descansaba nunca!.. Veían; le revolotear en elipsoides cada vez más anchas, embestir bruscamente por las ventanas del palomar, escupiendo desde dentro la paja de los nidos entre torbellinos de plumaje... Su actividad tenía cóleras y vértigos. Hacía desbandarse al batallón de los ghe- rreros, iba y venía alucinado, más negro que nunca, con reflejos de acero en las alas y un alboroto de plumaje en la raíz del pico... /

Las mujeres menos apenadas, que para distraerse venían a mirar por las vidrieras los árboles del jar- dín y la vida del palomar, espantábanse de semejan- te tumultos de aves...

— ¿Qué tendrán los palomos? ¿Qué adivinarán los palomos? —preguntaban fingiendo ignorancia. Todas sabían, sin embargo, la historia de la deserción... Era el agiero realizado, toda la familia de almas que iba a emigrar, acompañando al cielo a su hermana, en- volviéndela en la jornada, defendiéndola con las alas, alimentándola con arrullos, vistiéndola de la blancu- ra divina de su pureza y emitiéndole el esplendor de su gracia... ?

Cuando el viejo doctor llegó, el semblante de Ma- ría Jesús se había demacrado del todo,había en su ca- beza diafanidades de cera, y un tono verdinegro ra- yándole de las sienes, ahogábale las facciones en un como lucero fosforente, En las aletas de la nariz ple- gadas a hierro, puntos rojos se depositaban en cris- talización microscópica,como el polen de una fúnebre

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