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Página:Daany Beédxe.djvu/124

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cuerpo era movido por fuertes contracciones, que hacían que su cuerpo avanzara asumiendo extrañas posiciones. Cuando al final llego al centro de la serpiente, escucho que ella le dijo: "todo en la vida tiene un costo". Sintió entonces como era bañado por los jugos gástricos de la serpiente, que lo deshacían, para integrarlo a ella. El dolor era verdaderamente insoportable. Más que un dolor físico, era un dolor mental o espiritual, algo que nacía en la base del cerebro, se extendía por espasmos hacia todo el cuerpo, como oleadas de dolor, que recorrían hasta los últimos rincones de su cuerpo. Sentía que todas sus células de manera individual, estaban pasando por la misma experiencia. Por eso era un dolor intenso, que se multiplicaba infinitamente en pequeños dolores individuales, que hacían un todo. El dolor era tan grande y total, que le produjo un sentimiento de mofa de sí mismo, viéndose en esas condiciones empezó a reír. Estaba en ese sentimiento encontrado producido por el dolor, cuando escucho de nuevo la voz de la serpiente, que ahora le dijo:

—Por qué sentir tanto dolor, sí tú sabes cómo detenerlo.

Águila Nocturna buscó en todos sus adentros; era cierto, él sabía cómo detener el dolor. De pronto vino a su mente, la figura de un jaguar que estaba en el templo mayor de su pueblo. Espléndida pieza en barro, donde el felino estaba sentado sobre sus cuartos traseros. Desde la primera vez que la vio, cuando era niño, quedo hechizado por la energía que le transmitía el jaguar.

Águila Nocturna se concentró en la imagen y poco a poco, se empezó a sentir el jaguar del templo mayor. Todo su cuerpo se puso musculoso; Sintió la necesidad, desde muy adentro de rugir y lo hizo con una fuerza sorprendente. Entre más rugía y se sentía un jaguar; más fuerte y poderoso se tornaba. El dolor empezó a disminuir y el muchacho entró subyugado al mágico espacio del poder. La serpiente dejó un buen rato que el joven explorara las profundidades del poder.

Por fin la revelación llegó. Águila Nocturna intuía que era el momento trascendente. La serpiente de cascabel le dijo de manera lenta y contundente:

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