Página:Daany Beédxe.djvu/192

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ellos. Fue lenta y detalladamente, recogiendo todos sus sentimientos que habían sido atrapados por las piedras, a cambio dejaba una sonrisa y una profunda exhalación. Finalmente subió a la parte más alta de la pirámide del Sur, su sitio, e inició un discurso, con la voz muy alta pero sin estridencias, habló desde lo más profundo de su ser, parecía que lo escuchaban los edificios, los Cuatrocientos Guerreros y los Guardianes de la Montaña. Se hablaba a sí mismo. Sus palabras eran truenos sin eco; una a una, salían en orden y con ritmo y todas ellas hablaban de la maravillosa experiencia de haber estado en ese sitio de poder. Les agradeció a todas las piedras, a todas las nubes, a todos los amaneceres y atardeceres, a la lluvia, al viento, a la noche y a sus lunas. Para finalizar dijo que en cualquier parte que le tocara morir, él regresaría a DAANY BEÉDXE en el último espasmo de energía, para morir aquí.

La tarde parecía que entendía el discurso de joven guerrero, pues cada vez se iba tornando en un rojo encendido. Un espeso banco de nubes se veía en el horizonte, hacia el Sur. Un aguacero en la distancia, parecía que era la respuesta a las palabras del guerrero.

El sol iniciaba su viaje por debajo de la tierra, cuando empezó a escucharse un canto. Águila Nocturna volteó a su derecha, hacia el centro de la plaza y vio a Los Cuatrocientos Guerreros del Sur, que con un canto de guerra lo despedían. El espectáculo resultaba verdaderamente impresionante. Resonaban en toda la plaza los inmensos tambores y los caracoles, que hacían vibrar a las piedras y a los corazones. Cada guerrero llevaba en la mano una antorcha y un instrumento musical. Cantaban y bailaban, al ritmo de sus pies sonoros, ya que los huesos de fraile que traían atados en las pantorrillas, hacía temblar a la tierra al ritmo de los grandes tambores.

En ese momento Águila Nocturna supo que Los Cuatrocientos Guerreros del Sur, siempre habían estado al lado de él, que fue la energía que ellos producían en conjunto, la que propiciaba sus enseñanzas y aunque jamás habló con ninguno de ellos, sintió que sentían lo mismo que él. Un torrente de energía que le proporcionó un

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