Ir al contenido

Página:Daany Beédxe.djvu/279

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

se tensaron y las lanzas y cuchillos de obsidiana se apretaron con fuerza.

Cuando el cerco se cerró completamente y sabiendo de la ventaja numérica, los cazadores atacaron emitiendo alaridos de muerte. Los exploradores se defendieron hábilmente, antes de llegar al contacto físico, las certeras flechas de los exploradores habían derribado a la mitad de los atacantes. La lucha fue rápida y los cuatro cazadores que sobrevivieron a la escaramuza salieron corriendo.

Jaguar Despertado revisó a sus hombres, todos estaban bien, solo tres tenían cortadas superficiales y golpes. Entonces dio la orden de emprender la marcha inmediatamente, sabían que pronto regresarían los cazadores en busca de venganza.

Por la tarde Jaguar Despertado dio la orden de que los ocho hombres del equipo se alejaran hacía el Norte sin detenerse; él y Águila Nocturna se quedarían a esperar a los cazadores para atacarlos y entretenerlos, dándoles tiempo de que pudieran huir con los enfermos. Hubo un silencio y los exploradores le dijeron a Jaguar Despertado que consideraban imposible huir, y que como de todos modos iban a morir esa tarde, deseaban morir peleando juntos. La respuesta del grupo era contundente, no era un desacato a una orden, era la última voluntad de un equipo de compañeros, de recibir a la muerte dignamente.

Escogieron de común acuerdo el sitio de su muerte. En torno a una inmensa ceiba, tal vez la más grande de aquellas selvas. Ahí empezaron a atrincherarse. Cuando se pintaban el rostro de manera ritual, entonaban cada uno su canción de despedida. Ya se escuchaban los caracoles que anunciaban a los cazadores, que seguían el rastro de sus enemigos. Finalmente unos y otros, los exploradores se despidieron y tomaron su lugar para la lucha.

Finalizaba la tarde cuando aparecieron los primeros cazadores, uno a uno, las flechas los iban derribando. Cuando un hombre está frente a su muerte inminente y la recibe con dignidad y valentía. La muerte le

279