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DAVID COPPERFIELD.

y sin apercibirse siquiera que el agua hervia hasta el punto de salirse de la tetera.

Persuadíme que yo era el asunto de sus reflexiones, y mi curiosidad se picó por saber lo que habia pensado respecto á mí; pero no me atrevia á manifestar en voz alta mi ansiedad, temiendo que pareciese indiscreta.

Sin embargo, no podia imponer á mis ojos el mismo silencio que á mi lengua, y varias veces mientras el almuerzo, miré á mi tia.

Cada vez me examinaba con una atencion extraordinaria; en seguida, así que se acabó el almuerzo, arrellenándose en su sillon, arrugando el entrecejo, con los brazos cruzados, me contempló aun á sus anchas, y acabé por turbarme al ver que me examinaban con tanta atencion : mi encogimiento se reveló por toda clase de torpezas, precisamente porque para ocultarlo, queriendo aparecer sumamente ocupado en acabar de almorzar, hice tropezar mi cuchillo con mi tenedor, y me atraganté al tragar demasiado de prisa mi taza de té.

— ¿Qué es eso? exclamó mi tia.

Entonces alcé la vista con respeto.

— Le he escrito, dijo ella.

— ¿A quién?

— A vuestro padrastro, añadió. Le he escrito una carta, á la que será preciso conteste categóricamente; de lo contrario tendremos que habérnoslas.

— ¿Sabe en donde estoy? pregunté sobresaltado.

— Se lo digo yo, replicó mi tia meneando la cabeza.

— ¿Me entregareis... me entregareis á él? pregunté tartamudeando.

— No sé, allá veremos.

— ¡Ah! exclamé, yo sí que no sé qué haré si me obligan á volver á casa de Mr. Murdstone.

— Aun no estoy resuelta á nada; allá veremos, replicó mi tia.

Aquellas palabras me anonadaron; no pude disimular mi abatimiento y mi tristeza. Mi tia, sin fijar mayormente su atencion en mí, abrió el armario, sacó un delantal que se puso encima de su vestido, lavó ella misma las tazas, las secó y puso en órden sobre los platillos, llamó á Juana para que se llevase todo; luego se puso unos guantes, cogió una escoba y barrió la alfombra, donde en vano se hubiera buscado un átomo de miga de pan. Despues sacudió los muebles, que ya lo habian estado aquella mañana.

Cuando todo quedó á su gusto, se quitó los guantes y el delantal, los dobló y guardó en el armario, colocó su caja de labor encima del velador, cerca de la ventana abierta, y se puso á trabajar tranquilamente.

— Haced el favor de subir al cuarto de Mr. Dick, me dijo mi tia al mismo tiempo que enhebraba su aguja, y le saludareis de mi parte; deseo saber qué tal va de memoria.

Me apresuré á cumplir aquel encargo. Mi tia me paró con una mirada.

— Supongo, añadió, que hallais el nombre de Mr. Dick demasiado corto, ¿verdad?

— Con efecto, respondí : ayer mismo noté lo que decís.

— Y supongo que creereis á vuestra vez, dijo mi tia con un tono mas arrogante, que si quisiese otro mas largo, podria ponérselo. Se llama Babley — Mr. Ricardo Babley, — ese es su verdadero nombre.

Gracias á la familiaridad que me daba mi edad, iba á preguntar á mi tia con toda la humildad posible, si no seria conveniente que yo llamase á Mr. Dick por su verdadero nombre, cuando ella añadió:

— No vayais á llamarle así : no puede sufrir su nombre; es uno de sus caprichos, aunque bien mirado no es un capricho tan falto de fundamento, pues se ha visto sumamente maltratado por las personas que tienen el derecho de llevarlo como él. Comprendo y respeto su antipatía ; así pues, se llama Mr. Dick aquí y fuera de aquí, si es que alguna vez pensase en irse de aquí. Tened cuidado, pues, en no llamarle de otro modo que Mr. Dick.

Prometí conformarme á aquella recomendacion, y subí á preguntar á Mr. Dick, qué tal iba su memoria, puesto que escribia una.

Recuerdo que aquella mañana al bajar de mi cuarto y pasar por delante de su puerta, que estaba entreabierta, le habia visto escribiendo en una mesa rodeado de legajos.

Cuando subí le hallé en la misma actitud, y tan aplicado, que antes de que reparase en mí, pude ver en un rincon, sobre una porcion de manuscritos, una cometa.

— ¡Ah! ¡Febo! exclamó por fin, dejando de trabajar, este mundo es sumamente original! ¿Quereis, amiguito, que os diga reservadamente lo que es este mundo? Acercaos, pues no quiero que me oigan.