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DAVID COPPERFIELD.

cabeza en el delantal de su madre con gran asom- bro de esta.

Oi una respiracion penosa que anunciaba la lle- gada del asmático sastre-pasamanero, y Mr. Omer, bastante bien conservado por lo demas, hizo su aparicion.

- ¿ En qué puedo serviros, caballero? preguntó.

- No desco mas que estrecharos la mano, Mr. Omer. En otro tiempo fuisteis bondadoso para con- migo, y recuerdo que jamás os di las gracias.

- Temo mucho, me respondió, que mi memo- ria sea tan corta como mi respiracion, pues no me acuerdo, caballero...

Dije mi nombre, y Mr. Omer, no solo me reco- noció, sino que tambien recordó las eircunstancias de nuestra primera entrevista con tal precision de detalles, que quizis le hubiera interrumpido, si á propósito de Peggoly, á quien mencionó para pro- barme que no se habia olvidado de ninguno de los vecinos de Blunderstone, no se hubiese interrum- pido á si mismo diciendo :

- Y á propósito, esa Peggoty vive ahora en nuestra ciudad y se ha casado con el ordinario Bar- kis... Tenemos en casa una aprendiza que es so- brina suya... y el caso es que la muchacha no tiene rival en gusto y elegancia.

- ¿Será por ventura una tal Emilia ? excla- mé yo.

- Ese es su nombre, dijo Mr. Omer: es bajita, pero creedme, es tan bonita, que la mitad de las mujeres de Yarmouth le tienen unos celos espan- tosos.

- ¡Vaya una idea, padre mio! exclamó Mi- neta.

- Hija mia, replicó Mr. Omer dirigiéndome una mirada maliciosa, no hablo de ti : digo que la mi- tad de las mujeres de Yarmouth y las de cinco mi- llas á la redonda están furiosas contra ella.

- En ese caso, replicó Mineta, hubiera obrado prudentemente no dando qué decir por querer ele- varse mas arriba de su condicion.

Mr. Omer apenas podia respirar, y se vió obli- gado á sentarse. Asi fué que le agradeci que res- pondiera á Minela :

- ¿Y tiene ella la culpa de que la sigan mas adoradores que á muchisimas señoras? Es justo, de parte de aquellas á quienes eclipsa por todas partes donde las encuentra, que vayan contando falsas historias, repitiendo que Emilia quisiera ser una lady? Ademas este pique proviene de una frase que la honra. Ha dicho, en efecto, mas de una vez : « Si fuese una lady... compraria á mi tio esto y lo otro, »

- Os aseguro, Mr. Omer, exclamé intervinien- do en la conversacion, que le he oido decir lo mis- mo cuando ella y yo éramos unos niños.

- Pues bien, ya veis, prosiguió Mr. Omer; ade- mas por su donaire y gracia parece una señora. Con nada va mas compuesta que las demas con sus vestidos de gran precio. Hace dos años que es nues- tra aprendiza, y, lo declaro, siento que estemos tan cerca del tercer año, que es cuando concluye su aprendizaje.

En el tono de voz que toimó Mr. Omer para ex- presar aquel sentimiento, comprendí que Emilia no estaba lejos, y habiéndole pedido permiso para mirar á través de los cristales, vi á la encantadora niña, con sus ojos azules tan puros, aquella mez- cla de candor y de inocente malicia que habia exaltado mi corazon de niño, y que entonces daba celos á todas las hermosas de la ciudad... Deliciosa fisonomía, en efecto, donde se hallaba toda la ino- cencia de sus primeros años.

Mientras que la contemplaba asi, resonaba aun el eco monótono, que parecia no haber cesado des- de mi llegada á aquella casa, donde desde entonces no habian dejado de hacer trajes de boda y las im- signias del ataud.

- Entrad, me dijo Mr. Omer, habladle, no ten- gais reparo; haced como si estuvieseis en vuestra casa.

- No, no, respondi detenido no sé por qué falso pudor, ó temor de sorprender á Emilia.

Me contenté con preguntar á qué hora volvia á casa de su tio por las noches, y despues de haber- me separado de Mr. Omer, de su hija y del chiqui- tin, me dirigi á casa de mi querida Peggoty.

Se hallaba en la cocina preparando la comida: acudió á abrirme la puerta y me preguntó qué de- seaba. La miré sonriendo; ella siguió inflexible. Jamás habia dejado de cscribirle; pero hacia siete años que no nos habiamos visto.

- ¿ Mr. Barkis está en casa? pregunté imitando una voz bronca.

- Si, señor, me respondió; solo que está en cama sufriendo de su reumatismo.

- i Ya no va á Blunderstone?

- Va cuando está bien de salud.

-Y vos, vais de vez en cuando á Blunders- tone?