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DAVID COPPERFIELD.

teatro aparte donde se representa delante de un público especial y escogido.

- ¿ Entonces los advoeates (abogados) y los proc- tors (procuradores) no son idénticamente una misma y única persona en el tribunal de Doctors' commons? dije un tanto intrigado y comprendiendo dificilmente el enigma de aquella jurisdiccion ori- ginal.

- No, respondió Steerforth, los abogados son jurisconsultos que han tomado el grado de doctor en los colegios de Oxford ó de Cambridge; hé ahí por qué sé algo de lo que pasa. Los proctors procl- ran, ó llevan causas à los abogados del mismo tri- bunal. Unos y otros perciben honorarios respeta- bles y forman uma compañia importante. Despues de mirado todo, os aconsejaria, David, que os in- clinarais al derecho canónico y á los Doctors' commons. Los proclors se precian de ser gentes principales, os lo garantizo, si eslo puede ser para vos una razon mas.

Supuse que habia algo exagerado en la explica- cion de mi amigo, y me sentí bastante bien dis- puesto hacia la idea de mi tia, que por otra parte me dejaba en entera libertad, y no tenia ningun reparo en decirme que se le habia ocurrido aquella idea al visitar á su proclor del tribunal de los Doctors' commons, expresamente para otorgar su testamen- to en mi favor.

- En todo caso, me dijo Steerforth, asi que le hube participado esta circunstancia, vuestra tia ha procedido perfectamente, un proceder que se me- rece toda clase de sacrificios; asi, creo que debeis dedicaros al derecho canónico.

Decidime en efecto á dirigir mis miras hácia aquel lado. Dije tambien á Steerforth, que mi tia me anunciaba que se hallaba entonces en Lóndres, donde me esperaba, habiendo alquilado una habi- lacion por una semana en una fonda particular de Lincelu's-Inn-Fields, donde existia una escalera de piedra y una puerta de escape sobre el tejado : Kiss Betsey ereia que todas las casas de madera de Lendres estaban espuestas todas las noches á ser presa de las lamas.

Aeabamos nuestro viaje alegremente y mas de Luna vex hablamos del derecho canónico y de los tribunales eclesiasticos. A Steerforth se le ocurrie- ron cosas muy chistosas que nos hicieron reir á cuenta de cuando yo fuera un respetable procu- rador.

Nos separamoS asi que llegamos Lóndres. Steerforth se dirigió á casa de su madre, á donde me dijo que le fuera á buscar al cabo de tres dias; y yo me encaminé á la fonda, donde hallé á mi tia, esperando que le sirviesen la cena que habia pe- dido.

Creo que nuestro encuentro no hubiese sido mas cariñoso si hubiese dado la vuelta al mundo, desde que no nos habiamos visto.

Mi tia lloró al abrazarme, y dijo, pretendiendo que reia, que si hubiese vivido mi madre, aquella madrecita tan aturdida, habria llorado...

- Asi, pues, tia mia, le dije, habeis dejado á Mr. Dick en Douvres. Lo siento... Ah! Juanilla, estais aquí : ¿qué tal vá?

Mientras que Juanilla me preguntaba i su vez nuevas de mi salud, observé que se estiraba el ros- tro de mi tia.

- Tambien yo estoy incomodada desde que me hallo aqui; no puede descansar mi cabeza, mi que- rido Trot.

Previendo la afectuosa pregumta que iba á diri- girla, añadió melancólicamente poniendo su mano derecha encima de la, mesa :

- Convencida estoy que Dick no tiene un carie- ter capaz de impedir que los burros pasen por el prado : le falta para eso bastante firmeza. Mas tranquila estaria si hubiese dejado á Juanilla en su lugar. Ah! añadió con emocion, casi juraria que hoy mismo, sin ir mas lejos, algun burro ha piso- teado el cesped : á eso de las cuatro de la tarde he sentido un escalofrio desde los piés á la cabeza... ¡ sé positivamente que era un burro!

Traté en vano de consolarla sobre este punto y disipar su presentimiento.

- No, no, repitió, era un burro! y apostaria que ha sido cl mismo burro rabon en que iba mon- tada la picara hermana de Mr. Murdstone el dia de su visita. și en Douvres existe un borrico mas audaz, ladino y testarudo que los demis, es aquel! exclamó mi tia dando puñetazos encima de la mesa.

Juanilla se aventuró á prelender que mi tia se creaba disgustos sin ningun fundamento, puesto que por su parte, estaba segura de que el borrico en cuestion estaba empleado en aquel momento en acarrear caseajo y arena, por lo cual era dificil que atravesase por el prado... Mi tia no quiso oir nada.

Sirvieron la cena, y fué servida caliente, por mas que el aposento de mi tia se lallase en el piso mas