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DAVID COPPERFIELD.

recita », me senté solo ante mi pupitre y me puse á llorar pensando en lo fatal de aquel nombre, porque, efectivamente, mi Dora, mi querida Dora, era una flor que se marchitaba sobre su débil tallo.

XXII
UN MISTERIO DESCUBIERTO.

En aquella época recibi por el correo la carta siguiente, fechada en Cantorbery y que estaba di- rigida á mi estudio de los Doctor's Commons.

« Mi muy apreciado señor:

» Circunstancias independientes de mi voluntad han roto los lazos de una intimidad que, en medio de mis deberes profesionales y á través del prisma de la memoria, me ha procurado siempre las mas gratas emociones.

» Vnestro talento os ha colocado sobre un pe- destal que me impide llamaros familiarmente mi querido Copperfield.

» Destrozo de un naufragio moral (si puedo ser- virme de este estilo marítimo), dejo á plumas mas puras que la mia el placer de alabar, como se me- rece, al antiguo inquilino de mistress Micawber...

» ¡Ay! no depende de mistress Micawher, á pe- sar de su triple influencia de mujer, esposa y ma- dre, procurar algun consuelo al que sobrenada aun en el arrecife, pero que no tiene mas que las olas del remordimiento para refrescar sus ardorosos labios; por lo mismo no resisto á la necesidad de un plazo de cuarenta y ocho horas, que pretendo consagrar á una escursion á la capital.

» Solicito de mi antiguo amigo Mr. Copperficld, y mi otró antiguo amigo Mr. Th. Traddles, se dig- nen acordarme una cita pasado mañana, á las siete de la noche, frente á la prision del Banco del Rey, donde sabrán lo que queda del que se llama la ruina de una torre,

» WILKINS MICAWBER.

» P. D. Tal vez convenga añadir que miştress Micawber no conoce mis intenciones. »

Lei y volvi á leer esta carta, y á pesar de que co- nocia el estilo hiperbolico que usaba el que la ha- bia escrito y firmado, comprendi que algo impor- tante se ocultaba bajo aquella fraseologia.

Queria adivinar algo, euando Traddles me en- contró en esta meditacion.

- Querido amigo, le dije, tengo sumo placer em veros; llegais á propósito para ayudar á mi imagi- nacion con vuestro sentido. Acabo de recibir una carta muy singular de Mr. Micawber.

- ¿ Es posible? exclamó Traddles; pues yo ve- nia á comunicaros una de mistress Micawber.

Cambiamos las cartas, y hé aqui el contenido de que Traddles me presentó:

« Mis afectuosos saludos á Mr. Traddles, y si se acuerda todavia de la que en otro tiempo tuvo la felicidad de vivir bajo su mismo techo, me atrevo á reclamar algunos momentos de sus ocios; no cometeria esta indiscrecion si no estnviese en un estado vecino de la locura.

» Por penoso que sea mencionar el hecho, mi llamamiento à Mr. Traddles es la consecueneia del alejamiento de su familia de Mr. Micawber, el mis- mo Mr. Micawber que en otra época no tenia mas distraccion que sus afecciones domésticas.

» Mr. Traddles no puede formarse una idea del cambio operado en la conducta de Mr. Micawber; no pasa dia sin que una nueva escena no me haga temer la aberracion completa del hombre que ha dicho que se habia vendido al diablo...

» El misterio ha reemplazado á la conlianza que existia entre nosotros... suprimo por la amistad á Mr. Traddles los crueles sinsabores que he pasado; todo lo que debo decirle es que el ojo de la ter- nura conyugal ha descubierto que Mr. Mieawber habia tomado un asiento en uma diligencia que debe conducirle á Lóndres.

» Suplico á Mr. Traddles que vea á mi descarria- do esposo, é intervenga entre él y su familia dolo- rida.

» Si Mr. Copperfield se acuerda aun, en su cele- bridad, de una amiga ignorada, rogaria á Mr. Trad- dles lo uniese á tan buena obra.

» En todo caso, esta earta debe considerarse como estrictamente personal, y no se hará ninguna alusion á ella en presencia de Mr. Micawber.

» La contestacion, si Mr. Traddles eontesta, á M. E., lista de correos; la contestacion dirigida de eşte modo, tendrá menos inconvenientes que una