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DAVID COPPERFIELD.

— Supongo que sabreis, David, que no soy rico.

mientras escuchaba á Mr. Quinion. Siguióme con la vista y comprendí que hablaban de mí.

Mr. Quinion durmió aquel dia en Blunderstone, y á la mañana siguiente almorzó con nosotros. Así que se acabó el desayuno retiré mi silla para alejarme, pero Mr. Murdstone me llamó. Sentóse al lado de una mesita, en la que su hermana se instaló al mismo tiempo y se puso á escribir. Mr. Quinion, con las manos en los bolsillos, miraba por la ventana, y yo examinaba á los tres.

— David, me dijo Mr. Murdstone con gravedad, la inaccion es perjudicial para la juventud, que no debe pasar el tiempo mostrándose mohina...

— Como vos, por ejemplo, añadió su hermana.

— Juana Murdstone, haced el favor de dejarme hablar solo. Prosigo, pues, David : la inaccion es sumamente perjudicial para la juventud, y no debe pasar su tiempo como vos, que necesitais de una gran sujecion y á quien el mayor servicio que puede hacerse es acostumbrarle al trabajo; así, pues, es preciso domaros y corregiros, David....

— Pues la obstinacion no sirve de nada aquí, añadió su hermana. Este niño necesita que se le tenga muy sujeto, y se le tendrá, sí señor.

Mr. Murdstone, al oir que le interrumpian de nuevo, miró á su hermana con un aire de aprobacion y censura á la vez; en seguida continuó :

— Supongo que sabreis, David, que no soy rico. Si no lo sabiais, ya estais enterado. Habeis recibido cierta dosis de educacion; esta cuesta un dineral; pero aun cuando no fuera tan gravosa, mi opinion es que no seria ventajoso para vos volver á un colegio. ¿Qué perspectiva se presenta ante vuestros ojos? La lucha con la sociedad : en ese caso, lo mejor es que empiece cuanto antes.

Se me figura que la lucha habia ya empezado