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DE MADRID A NAPOLES

de lo que en él se escribe, y sin embargo puede leerlo todo el mundo...— Figuraos lo que se dirá en él contra los reyes y contra los pueblos, contra las cosas y contra las personas...

En esto escuchamos un tremendo estampido, mucho mas fragoroso que el de anoche...

—¡Avalancha! ¡Avalancha! gritan los guías... Miren ustedes... allá... en la Mar de Hielo...

Salimos á la puerta, y en el mismo instante truena segunda vez la nieve, y vemos caer de la Aguja Verde una gran mole, que levanta al chocar con el hielo una especie de polvo blanquecino, y luego sigue rodando y rugiendo hasta perderse en los barrancos que confluyen en la Mer de glace...

¡Qué horror! ¡Ya ha desaparecido el alud, y todavía rechinan en el aire los crujidos de los hielos quebrantados!...—Se diria que asístimos al simulacro de un terremoto.

Al mismo tiempo, y cual si la catástrofe le hubiese abierto camino, aparece la luna por detrás de una nevada loma que va á morir en un bosque lejano.

Son las tres y media de la tarde, y el sol ha desaparecido ya de este angosto horizonte; pero su luz dorará todovía durante dos horas toda la alta region de las montañas.

La luna está en creciente, y por lo tanto, solo presenta una estrecha faz iluminada. Su blancura no iguala ni con mucho al monte de que se destaca lentamente; pero asi y todo, hace el efecto de una pluma despeinada y luego desprendida de las alas de una gigantesca paloma.

Conque volvamos á Chamounix; que en esta elevación, donde no puede vivir ni el heróico pino, hace ya un frio irresistible.

Pero no creais que vamos á bajar como hemos subido. ¡Quédese esto para las mujeres, para los viejos ó para los que no conozcan la vida de las montañas! Vamos á bajar por escotillon; quiero decir, no vamos á bajar, sino á precipitarnos rectamente, en el valle...—Aquí tenemos el lecho de un torrente, seco todo el año, menos la primavera, durante la cual da paso al agua producida por el derretimiento de las nieves. Coloquémonos en medio de él; echemos el cuerpo atrás, apoyándonos en el baston calzado de hierro, en la misma actitud que queda un pasiego despues de dar su clásico salto; clavemos los talones en la nieve; hagamos un esfuerzo, y dejémonos ir...

¡Esto es delicioso, y no ofrece ningun peligro!

¡Asi deben bajarse las cuestas muy pendientes!

Cuando os canseis ó tropeceis con un obtáculo, nada os será mas fácil qne sentaros ó tenderos...

Y de este modo (ya lo veis) se desanda en quince minutos todo lo que se anduvo en tres horas...