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DE MADRID A NAPOLES

bandera francesa cobije causas abominables, y por eso la abandonó en Castelfidardo.

—Lo único abominable que ha habido en Castelfidardo, ha sido la traicion; lo único malo, la perfidia; y usted, que es francés, debe respetar un hecho de armas que honra á muchos franceses, aunque no honre á la Francia, ósea al gobierno imperial! —exclamó uno de los presentes.

El comerciante compredió que iba á ser derrotado en el terreno que habia elegido, é hizo con la mayor frescura un cuarto de conversion.

—Ciertamente... Ciertamente, dijo mirando al techo. Lamoriciere representaba en aquella lucha la política histórica de la Francia, y Pimodan ha muerto en un puesto de gloria que todos debemos envidiar.

—¡Yo le ví morir! murmuró uno de los soldados.

—¿Cómo fué? Permitidme... Yo tendré mis ideas... pero soy francés, y me interesa la suerte de todos mis compatriotas... ¿Murió como un bravo?... ¿Eh?

Ya no habia remedio. El commis se habia empeñado en que los suizos le contasen en francés la batalla de Castelfidardo, y mi amigo Iriarte y yo lo deseábamos tambien. Terciamos, pues, en la conversacion; restablecimos el buen acuerdo entre todos, exceptuando al inglés que seguia bailando, y acabamos por averiguar lo siguiente:

Aquellos suizos se habian afiliado como voluntarios en el ejército de Lamoriciere, abandonando patria y familia, no por entusiamo político, sino por devocion al jefe de la Iglesia.—En la batalla referida fueron hechos prisioneros con otros muchos compatriotas suyos, y el gobierno piamontés, por desembarazarse de ellos, los habia conducido á la frontera suiza, «dándoles la libertad bajo promesa de que en dos años no volverian á tomar parte en ninguna guerra italiana. —Habian, pues, pasado aquel dia el San Bernardo, á pié, con nieve hasta la cintura, y diseminádose en seguida, cada cual con direccion á su país.

Los que esto nos contaban, eran del canton de Lucerna.

En cuanto á su derrota, la explicaban de este modo:

—«Lamoriciere estaba en secreta inteligencia con quien podia asegurarle que los piamonteses no invadirian los Estados Romanos; y esa persona, ó sus representantes, se lo aseguraron asi.

«Pero aconteció que el ejército de Cialdini empezó á moverse en la frontera toscana, y Lamoriciere, que sólo tenia once mil hombres, y de ellos la mayor parte sin instruir, pensó en retirarse hácia Nápoles, á fin de unir sus fuerzas á las borbónicas y combinar con Francisco II una defensa simultánea contra Garibaldi y contra Victor Manuel.

»Mas hé aquí que entonces... no se qué demonio... le dirige al paladin del Pontificado un parte telegráfico y otros avisos, diciéndole que la Francia imperial piensa oponerse á la invasion de los Estados del Papa por los piamonteses; que para ello es necesario que él entretenga á Cialdini algunos dias; y que, si se ve acosado, siempre puede encerrarse en