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DE MADRID A NAPOLES

la fortísima plaza de Ancona, y esperar alli la intervencion francesa.

»Lamoriciere confia noblemente en estas seguridades de antiguos enemigos suyos y desiste de marchar á Nápoles.

»En tanto Cialdini y Fanti pasan de pronto la frontera y se le vienen encima con veinte y dos mil hombres y setenta piezas rayadas.

»Lamoriciere, que no esperaba la invasion ni debia esperarla, trata de refugiarse en Ancona...

»Pero los piamonteses, que saben lo que se hacen, le han cortado ya la el camino.

» Nuestro general no vacila, (pues no habia otros medios en que escoger) y manda el ataque, á fin de forzar la línea enemiga y penetrar en la plaza.

»Pero ¡ah! el combate era desigual. ¡Los setenta cañones de Cialcini nos deshacian !

»El general Pimodan, que iba como segundo de Lamoriciere, intenta asaltar las posiciones de delle Crocette, en donde se hallaba la artillería enemiga. Tres veces ataca y las tres veces es rechazado. Courten, que mandaba en Apcona, no sale á tiempo con la guarnicion, ni viene en nuestro auxilio como esperábamos... En nuestras filas, compuestas de voluntarios de todas las naciones, bisoños más de la mitad, cunden el desaliento y la desercion. Pimodan hace esfuerzos desesperados por animar á los que flaquean; rodéase de sus compatriotas (¡de los bizarros franceses!); intenta un cuarto ataque á la terrible artillería, y cae muerto con muchos de los suyos, dando esta catástrofe la señal de la fuga á los miserables que aún vivimos.

»Lamoriciere, en tanto, pugna por una sola cosa; por ganar la plaza con alguna parte de su ejército.

»El la defenderá desesperadamente hasta que lleguen los sucesos que le han hecho esperar los hipócritas... (y que no habian de verificarse...) El aguardará allí la hora de su venganza!

»Lucha, pues, denodadamete; ábrese camino entre el enemigo, y penetra al fin en Ancona seguido de tres mil bravos.

»Pero ¡ah! El resto de su ejército ensangrienta el campo de batalla ó es prisionero del enemigo. Los que no se rinden aquel dia, tienen que capitular al siguiente. Treinta jóvenes oficiales, pertenecientes á las más ilustres familias de Francia, de Irlanda, de Suiza y dela misma Italia, han muerto bajo los cañones sardos. Todo el bagaje del ejército ha caido en su poder... Ancona capitula más tarde... ¡Nuestra dorada ilusion de aniquilar á los enemigos del Padre Santo ha desaparecido como un sueño!»


Esta sencilla y auténtica relacion, hecha por un hijo de los Alpes tan fuerte y rudo como pudieron serlo los antiguos francos, me impresionó vivamente...

Bien es verdad que el lugar en que la oia se prestaba á grandes consideraciones.