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Página:De Madrid a Nápoles (1878).djvu/155

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DE MADRID A NAPOLES

antiguas de Italia es un edificio separado, aunque próximo á ellas, con arreglo á la antigua Disciplina), se ve representada la Pasion por unos grupos de esculturas pintadas, que tienen tanto renombre entre la gente lega en artes, como poco mérito á los ojos de los artistas. —Aquellos son los famosos Santos de Novara, de que se oye hablar cien leguas á la redonda.—Por cierto que en los pueblos de Andalucía se veneran tambien grupos de imágenes por el mismo estilo, las cuales son llamadas generalmente Pasos de Semana Santa.—Nihil novum sub sole.

Como todavía era domingo, las calles de Novara estaban llenas de gente que volvia de paseo, luciendo el fondo del baul, ú sea sus mejores trages.—La lentitud y magestad con que andaban señoras y ceabaileros; las conversaciones casi al oido que mantenian entre sí las jóvenes hermosas: las escoltas de galanes que las seguian, y los diálogos, saludos y miradas que se cruzaban de la calle á los balcones, daban perfecta idea de la vida de provincias, —donde todos se conocen; donde los afectos son tan profundos y los amores tan platónicos; donde las gentes se ven cuando menos todos los dias de fiesta, pero no se hablan en años enteros; donde la etiqueta, en fin, hace casi siempre las veces de la educacion,—como en las grandes capitales la educacion hace las veces del amor y de la amistad.

Las damas de Novara iban en cuerpo y llevaban tambien mantillas negras de blonda, que no les cubrian sino hasta la mitad de la espalda, dejando ver unos talles largos y esbeltos , flexibles y voluptuosos como los de las hijas de Valencia. Este trage tan sencillo, compuesto solamente del vestido y de la mantilla ,cuadraba perfectamente á la elevada estatura, á los negros cabellos y al descolorido rostro de aquellas beldades un tanto novelescas...—Muchas de ellas hubieran podido servir para heroisnas de melodrama.

En hacer estas observaciones y tomar un refrigerio en un Café pasamos el resto de la tarde.

Durante nuestra permanencia en el Café, llamóme la atencion el gran número de clérigos que en él habia, todos vestidos con levita, calzon corto, zapatos de hebilla y ancho sombrero pastoral de estendidas alas.

Estos clérigos no se parecian en nada á los de España, áun prescindiendo del traje.—Su aspecto era alegre, espansivo, desembarazado, has- ta picaresco. —Los unos fumaban, los otros reian y charlaban ruidosa— mente; estos refrescaban con sosiego; aquellos leian y comentaban los periódicos.—¡ Los habia tambien que jugaban al billar!

Los paisanos veian todo esto sin extrañeza.—Se diría que en Italia los clérigos y los legos se conocen de más tiempo ó se tratan con más con— fianza que en nuestro país.—Ni de una parte hay tanta reserva, ni de la Otra tanto respeto.—Unos y otros son, como quien lice, más despreocupados.

El mismo trage de los eclesiásticos contribuye mucho á despojarlos de severidad. —; Yo lo encuentro hasta más gracioso y elegante que el de los