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DE MADRID A NAPOLES

ó de plata y oro; de guirnaldas de flores; de ramas de laurel, y de otras ofrendas que renueva sin cesar el amor de los agradecidos piamonteses...

En una de las torres de los edificios contiguos á la Iglesia hay un salón, cuyas cuatro paredes están cubiertas con los retratos de todos los Papas.

¡Y qué singulares ideas despertó en mi ánimo verá los Pontiíices Romanos encerrados en la torre más alta de Turin!...

— Mire usted, me dijo el conserje. Este Papa era español. Y me señalaba á Calisto III.

— Eso quiere decir que usted sabe que yo también lo soy, le respondí afablemente.

— He visto á tantos extranjeros, que adivino por la voz la patria de cada uno.

— Es natural. Pero dígame usted. ¿Por qué está más estropeado que los demás el retrato de Pió IX, siendo asi que debe de haber sido pintado de los últimos?

— ¡Ah!... Señor... Los liberales... los ingleses... los impíos...

— Basta. — ¿Y aquel? ¿Por qué está colgado del revés?

— Porque es Alejandro VI.

— ¿Pero quién lo ha colocado asi?

— Los estudiantes, señor... los estudiantes...

— ¿Y aquel otro? ¿Por qué tiene la cabeza para abajo?

— ¿Pues no la conoce usted? ¡Es la papisa Juana!...

— Y usted, ¿qué dice á eso?

— ¡Yo digo, señor... que cada uno cree sus cosas! Los tiempos andan de este modo, yo estoy esperando que el mejor día me echen á mí y á los Sumos Pontífices por ese balcón.

— ¿Luego usted ha conocido otros tiempos en este mismo oficio?

— Ya lo creo... ¡Hace cuarenta años que vivo aquí!

— ¡Oh!... ¡hace cuarenta años!...

— Hace cuarenta años todo el mundo entraba rezando por esa puerta. Ahora entran los muchachos diciendo de corrido la historia de los Papas. ¡Y qué historias! ¡Peores que las comedias!

— Pero ¿qué es eso? ¿No hay católicos en Turin?

— Los hay; sí, señor. Pero la han tomado con el clero... ya me en- tiende usted... con el clero alto... — ¡Con Roma! — añadió, bajando la voz.

— ¿Y á eso? ¿Qué dice usted?

— Señor, yo no digo nada.

— Pues ni yo tampoco.

Y el hombre se quedaría diciendo: — «Todos estos españoles son absolutistas...»

Y yo me fui diciendo... lo que os podéis figurar.