Página:De Madrid a Nápoles (1878).djvu/204

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
181
DE MADRID A NAPOLES

Yo me quedo.

¡Estoy á cinco leguas de Pavia! —La siila de posta del correo me llevara en tres horas. — No hay tiempo que perder...

Y á la verdad, no pierdo ninguno. —Cuando llego á la Administración, encuéntrome los cahallos enganchados y el conductor sobre su trono

Partimos.

El terreno que atravesamos constituye el punto de intersección de las fronteras del Piamonte, la Lombardía y el ducado de Parma.

Por donde quiera que miro, sólo veo morales y más morales, signo que demuestra la inmensa cantidad de seda que produce este país.

Pronto pasamos el Po (no sin espanto de los caballos) por un largo puente de barcas que amenaza hundirse bajo el peso del carruaje.

El avariento rio 'lleva aquí doble caudal del que le conocí ayer ea Turin, y eso que todavía no han ingresado en él las abundantes aguas del Tessino. — (La confluencia se verifica á legua y media de este puente).

El terreno sube un poco... Los caballos van á escape... El mayoral los arenga en Italiano...

Caminamos bajo la ancha sombra de una gigantesca nube; pero allá, á lo lejos, se vé una zona alumbrada por el sol. En medio de ella distingo una altiva ciudad, coronada de miichas torres, ceñida por la.« brillantes aguas de un rio, y cercada de frondosas huerta» y extensos y verdes campos...

Es PAVIA.

¡Salud á Antonio de Lavya , su heroico defensor! ¡Salud á las armas españolas! ¡Salud á don Fernando de Avalos, á Lannoy, á Hernando de Alarcon , al marqués del Vasto, á don Hugo de Cardona! — ¡Salud también al valeroso rey vencido! ¡Salud á Francisco 1!...

Otro puente... — Hé aquí el GraveUona, que no es sino un brazo del Tesino. —El otro brazo ciñe las murallas de Pavía...

Y esto me recuerda aquel ardid de guerra del Rey de Francia, que reunió en el Gravellona todas las aguas del Tesino, áíin de asaltar la ciudad por el álveo seco de la corriente que la defiende hacia el Sur : ardid ingenioso, que era una imitación del que empleó Ciro para entrar en Babilonia; pero que no dio buen resultado al Rey Francisco; pues las aguas rompieron todos los diques, á consecuencia de una gran lluvia, y tomaron su curso acostumbrado.

El Gravellona sirve ó servia de frontera al Píamente y á la Lombardía. —Aquí, pues, estaban antes las Aduanas sarda y austríaca. — Hoy no hay más que una pobre castañera, establecida con su gran anafe á la cabeza del puente... — ¿Será austríaca esta mujer?

Del otro lado del Gravellona princi'pia una larga alameda, que vá á terminar en la almenada puerta de Pavía...

La tarde se ha nublado definitivamente. — El viento, frío y húmedo» me trae remotos clamores de campanas que tocan á muerto. — Esto me