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DE MADRID A NAPOLES

tarde al Albergo, durante mi paseo con el señor cura, y que han comido conmigo en la mesa redonda.

Son dos jóvenes marqueses de Milán, soldados voluntarios, sargento el uno y cabo el otro, que vienen de Florencia con parte de su Batallon á relevar la guarnición de Pavía.

Los demás soldados se han alojado en las casas de la ciudad.

Ahora poco, cuando aún estábamos á la mesa, entró en el comedor una elegantísima y hermosa joven, que se arrojó en los brazos del maques sargento, y le llenó de besos toda la cara.

Era una hermana suya, residente en Milán, que no lo habia visto desde antes de la última guerra , y que, sabedora de que esta noche llegaba el marqués á Pavía, ha venido á sorprenderlo por tal modo , haciendo uso de su reciente indemnidad de casada.

De la conversación de los tres jóvenes, he deducido que el feliz hermano ha hecho toda la campaña de 1859; que fue ligeramente herido en Pallestro, y que tiene una novia , amiga de su hermana y hermana de su amigo el aristocrático cabo.

Después de las primeras e; pansiones, han entrado los tres en esa habitación, donde los oigo hablar y reir, ó tocar el piano y cantar... — La marquesita tiene una voz preciosa.

Esta escena es la última faz de la historia de Pavía:—la faz política de hoy.

En medio de su alegre soirée , ha venido á interrumpirlos el sargento segundo, con otros cabos de la compañía, á fin de darle cuenta al primero del alojamiento de la tropa, y pedirle no sé si dinero ú orden para sacar raciones; todo lo cual ha entretenido largo tiempo al pobre marqués. —Pero no bien han quedado solos los tres aristócratas, ha vuelto a principiar la fiesta; y en verdad os digo que yo no recuerdo haber oído muchas carcajadas tan argentinas, tan frescas y tentadoras como las que lanza á cada instante la recien-casada marquesita...

Ya ví mi cielo yo claro algun dia... Mostrabaseme amiga la fortuna. Pareciendo en mi bien estarse queda...

dice fray Luis de León.

Conque vamos á acostarnos en cualquiera de esas dos horribles é inconmensurables camas que, más que para el sueño, parecen dispuestas para la muerte ó para el insomnio.

Mañana á estas horas me encontraré probablemente en el teatro de la Scala de Milán.

Esta esperanza me consuela de muchas cosas.

I Dia 31 de octubre.

Son las once de una hermosísima mañana.