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Página:De Madrid a Nápoles (1878).djvu/240

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DE MADRID A NAPOLES.

treinta realos una llave de sedia chiusa, ó sea una butaca, y penetro en es coliseo...

Indudablemente es magnifico, de ámplias y elegantes proporciones, más noble y desahogado que los de París y Turin , y el más espacioso de toda Europa. Cierto, sí, que sorprenden sus seis órdenes de palcos y su ornamentación del mejor gusto; cierto que habría razón para admirarlo cuando tenia pocos rivales, y que, aun hoy, debe llamar la atención de los franceses, cuyos teatros son tan incúmoilos y abiiíarrados; pero con todo, no es tan singular y extraordinario, tan monumental y grandioso como se lo promete la imaginación del viajero.

En cuanto á mí, digo más. — Yo proclamo que la sala, los palcos, los pasillos y las butacas de nuestro Teatro Real de Madrid, esceden con mucho en suntuosidad, en holgura, en confort, en buen tono, á la sala, los palcos , las butacas y los pasillos del Teatro de la Scala. — El Teatro Real, con ser más pequeño que este; con tener solamente cuatro órdenes de palcos ; con no poder albergar sino una mitad de los espectadores que caben aquí, ofrece tal iujo ó prodigalidad de espacio; aposenta al público tan cómodamente; respira tanta magestad y tanto decoro, que parece doble más espacioso de lo que es , cual si, á los ojos de la ilusión, grandor y grandeza fueran una misma cosa.

Añádase á esto que en el Teatro de la Scala no se ve ni por asomos aquella brillante y aristocrática sociedad que en el Real de Madrid ocupa siempre todos los palcos y butacas; aquel mundo elegante, rigorosamente vestido, que acude á la ópera como á una fiesta; aquellos dos mil guantes blancos (á dos guantes por persona) que se agitan en el aire en el momento del aplauso. — En el Teatro de la Scala está la gente como en la plaza pública; como antiguamente estaría en el teatro pagano, abierto á la luz del sol y al aire libre; con no sé qué abandono y confianza, que demuestran que el espectáculo escénico no es para los italianos una función solemne, sino el acto más ordinario y familiar de su vida. Así es que, exceptuando los palcos de platea y los d'ordine nobile (principales), en que se ven damas y caballeros en grande tenue , el público se halla vestido de cualquier modo, conserva el sombrero puesto durante la representacion. (como en los antiguos anfiteatros), se agrupa de pié en el fondo de la sala, lo mismo que vimos en Turin; se embriaga con la música como nosotros con los toros, los franceses con el canean y los ingleses con las carreras de caballos; y, al aplaudir frenéticamente,— cosa que hace con demasiada frecuencia, — denota que aplaude á un mismo tiempo á los cantantes, al compositor, al libretista, á sí propio, al idioma italiano y hasta á la Italia misma... ¡ala noble Italia, patria déla música; á la imperecedera Italia, señora ayer del mundo, y hermosa vestal hoy, encargada de mantener vivo el fuego inmortal del arte!


Con que heme en mi sedia chiusa, que ya es una silla abierta, y por cierto nada cómoda...