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DE MADRID A NAPOLES.

la blanca claridad de la luna, ora la luz dorada que brilla en cada aposento...

Todo aquello parece un colosal navío de ébano, plata y oro, ó un fan— tástico alcázar en que los resplandores de una maravillosa fiesta logran hacer más bella que el dia la lúgubre oscuridad de la noche...; pero lo cierto y positivo es que tenemos ante los ojos á la esposa del mar; á la reina del Adriático; á la ciudad de los Dux; á la encantadora Venecia!


En esto desaparece tan espléndida vision, y penetra el convoy en un vasto recinto cubierto de hierro y de cristal é iluminado intensamente por colosales faroles...—Estamos en la Estacion.—Hemos llegado.

—¡Venezia! ¡Venezia! gritan los empleados del camino de hierro, con la misma indiferente tranquilidad y rutinario tono con que pudieran de<ir:—¡Getafe! ¡Getafe!

Venecia —leo yo en el muro de la Estacion.

Y por donde quiera que miro, sólu veo mozos, polizontes, empleados. carbon de piedra, reverberos, máquinas, coches, el buffet, el café, las oficinas, el despacho de billetes, el salon de equipajes y otras vulgarida— des por el estilo.

Esto me desespera.

—Signor... ¿Vuole una góndola? —Me dice al fin un muchacho que parece copiado de la Consuelo de Jorge Sand.

¡Una góndola!... Esta palabra me vuelve todas las ilusiones que empezaba á perder...

¡Si..., sí!... le digo, —añadiendo en mis adentros:

—;¡Huyamos pronto de esta realidad prosáica! ¡Busquemos la soledad en las lagunas! ¡Entremos en Venecia á nuestro modo!

Y mientras hablo así, el reloj de la Estacion marca las siete de la noche...

En Madrid serán las cinco y me ha de la tarde...

Esto es ya encontr: r.e en Oriente.

III.
PRIMER PASEO POR VENECIA.

Al salir de la Estacion para venir al Hotel donde escribo las presentes líneas, bajé unas escaleras y ví enfrente de mí una infinidad de faroles, cuya viva luz me deslumbró al principio.

En los cristales de aquellos faroles se leian (como en los de los ómni= bus que esperan la llegada de los trenesen París, Turin y otras capitales) los nombres de los principales hoteles de Venecia; nombres que eran repetidos á graniles gritos por sus comisionados y representantes.