DE MADRID A NAPOLES.
negras (únicos puntos de oscuridad en tan fulgurante panorama), que van de una parte á otra llevando escondido al antiguo veneciano, que no se ha dejado ver todavía del opresor extranjero!.
¡Imposible completamente!
Sin embargo, seguid conmigo; que yo cuento con vuestra imaginacion, y algo lograreis adivinar, si por acaso acierto (lo cual es más fácil) á referiros mis impresiones.
El prusiano tenia la palabra.
—Queda dicho (exclamó, resumiendo la discusion que acabábamos de sostener acerca del programa del dia); queda dicho que hoy veremos á Venecia á grandes rasgos; que estudiaremos su conjunto; que la contem= plaremos á lo lejos y desde una altura; que la recorreremos ligeramente sin penetrar en ninguna parte; y que yo, como más antiguo en la Ciudad, puesto que llegué á ella veinte y cuatro horas antes que vosotros, mandaré en jefe la expedicion.
—Queda dicho, le contestamos el inglés y yo.
—¡Magnífico! continuó el prusiano. Ahora vamos á lo alto del Campanile (como se dice aquí) de la Basílica de San Márcos. Desde aquella elevacion veremos á nuestros pies á Venecia entera, como se ve un navío desde el tope del palo mayor.
—Aprobado.
—Pues en marcha... Pero antes he de advertiros una cosa. Para ir al Campanile, tenemos que pasar por sitios muy importantes, muy bellos, muy sorprendentes. Yo os suplico que no los mireis. Clavemos la vista en el suelo y penetremos en la Torre sin reparar en la Plaza. Ya hemos convenido antes, en que confundir las impresiones es no saber viajar. A las ciudades, como á los cuadros, hay que buscarles la luz...
—Comprendido.
—Entonces... adelante.
Cinco minutos despues atrevesábamos á escape un ángulo de la famosísima Plaza de San Márcos...
Esta expedicion la hacíamos por tierra.
La plaza de San...
Pero no debo hablaros todavía de la Plaza. —Suponed que no la ví.—Y, en verdad, aquello no pudo llamarse verla.
El Campanario de San Márcos no es, como cualquiera podria imagiparse, una Torre adherida á la Basílica de este nombre. El Campanile de San Márcos es un edificio aislado, contiguo á la Catedral, que se levanta solo, en un extremo de la gran Plaza, á la manera de obelisco.
De su aspecto exterior, y de la Loggía que le sirve de pedestal, hablaremos más adelante.—Ahora sólo toca decir que el Campanile es una torre cuadrada, embutida en otra, y que entre los muros de las dos hay 32 rampas, como las de la Giralda de Sevilla, por las cuales se puede subir