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DE MADRID A NAPOLES


A las siete de la noche pasamos por Certaldo, donde en otro tiempo estuvo el sepulcro de Boccacio.

En e! mismo coche que nosotros van un caballero y una señora, jóvenes ambos , que se casaron en Florencia hace trece dias y que se dirigen á Ancona, donde el marido tiene sus Estados y su familia.

Y digo sus Estados , porque el marido es como si dijéramos un Conde reinante. — Ya tengo en el bolsillo su retrato y su tarjeta ; pero, sin embargo, no diré su nombre ni el de su bellísima esposa. — Temería turbar su naciente dicha si la entregase á los vientos de la publicidad.

Los condes de M. han visto toda una aventura de viaje en su encuentro con dos españoles y un moro, ó quizás más bien nos han convertido en espectáculo que contemplar juntos desde su trono de amor, en fecha que recordar mañana , en monumento conmemorativo de su luna de miel... — Ello es que, sin desatenderse á sí mismos, nos hacen mil y mil preguntas, con una gracia, una cortesía y una curiosidad tan infantiles (los enamorados se conducen siempre como niños), que nosotros no podemos menos de contestarles afablemente.

Verdad es que ellos han empezado por decirnos su nombre, el objeto de su viaje , la historia de sus amores, las condiciones de su carácter, sus ideas acerca de la felicidad, sus teorías sobre el matrimonio, lo que debe ser la mujer, lo que es el hombre... etc., etc.; todo esto hablando los dos á un tiempo, simulando riñas, reconciliándose con una mirada ó una pisadita, poniéndose muy colorados al entraren ciertas materias, y diciéndose, en fin, en nuestras barbas, por remate de función y con sublime llaneza , que se quieren mucho , que van á quererse siempre , y que ninguno de ellos se casará jamás en segundas nupcias.

¡Tienen veinte años! .. (Ella no los tendrá todavía). — '¡Se han casado hace dos semanas! — ¡Van viajando solos! — El la lleva á la casa paterna á que la conozcan su madre, sus hermanos y sus servidores. — Ella va soñando con un jardín que tiene el Conde á las orillas del Adriático, con un pabellón que les han amueblado en ese jardín ; con los paseos que darán por el mar al resplandor de la luna de enero ; con las flores que abrirán en marzo; con las frutas que madurarán en junio; con el hijo que podrán tener en setiembre...

(Esto último es una sospecha gratuita que á mí me ocurre).

En cuanto á sus preguntas, ya podréis ímaginárosl.is: — Que sí somos casados... (estaba sido la primera); — que si es bonita España .- (es decir, que si será muy agradable amarse en España); — que sí son bellas las españolas... (esto es, sí se ama mucho en nuestro país); — que sí hay bandidos en España... (más claro: sí dos jóvenes enamorados como ellos correrían allí algún peligro); — que á dónde nos dirigimos, (traducción: que cuándo los dejaremos solos); — que sí iremos alguna vez á Ancona... (sentido oculto: sean ustedes testigos de que hemos jurado amarnos eternamente); — que sí nos gustan las italianas... (esto lo preguntó el Conde; significado : sí había hecho bien en amar á su mujer); — y otras cosas por