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DE MADRID A NAPOLES

¡Loor á Miguel Angel que lo realizó, que lo dibujó en los aires, que re- solvió el temerario problema de levantar, como ha dicho un poeta insigne, el Pantheon sobre el Coliseo.

La Cúpula de Brunelleschi en la catedral de Florencia podrá tener el mérito de la prioridad; pero no impone, no avasalla el ánimo como la de San Pedro. Esta es más granle materialmente; arranca de mayor altura; es más armónica en sus proporciones; está más ricamente decorada, y, sobre todo, ostenta, respira, infunde una magestad, un poderío, un sosie- go victorioso, no sé qué triunfo, qué paz, qué beatitud agena al mundo de aquí abajo, que solo pueden compararse álas plácidas, solemnes, tranquilas emociones que me causó el aspecto de la cima nevada del Mont- Blanc.

«Las nubes ceñian su cintura, sin lograr alzarse nunca hasta su frente, que se erguía desdeñosa sobre las tempestades de la tierra.» —Esto dije yo del Rey de los Alpes, y esto podia decirse de la gigantesca bóveda que se levantaba sobre mi cabeza—Por eso tramite al alma tan augusta sere- nidad, tan inmortal reposo.—La excelsitud material ó moral consuela siempre al hombre, hundido ó miserable en este valle de oscuridad y de tristeza.

Continuemos.

Bajo la soberbia Cúpula, es decir; en el terreno que hoy cobija, vié= ronse en otro tiempo luchas de hombres y de fieras, presididas por Neron, cuyo Circo ocupaba aquel mismo lugar: allí sufrió el martirio y fue sepul- tado San Pedro: allí se alzó (¡cuán humilde!) en el primer siglo de la Igle- sia, una Capilla consagrada al príncipe de los Apóstoles por su discípulo San Anacleto, tercer Papa, que despues fué tambien martirizado: allí eri- gió Constantino la primera Basílica cristiana: allí concibieron Julio 11 y Miguel Angel la idea del maravilloso Templo que sustituyó á la primitiva Basílica: allí, en fin, bajo la titánica cúpula, que como una ingente coro- na se cierne en la soledad de los aires, se ve hoy, al pie del Altar Mayor, la Tumba que encierra los restos de los Apóstoles Pedro y Pablo.

Aquella Tumba tan venerada, es tola de bronce, adornada con una gran Cruz de oro.—Ciento cuarenta y dos lámparas la alumbran de día y de noche, constantemente, menos el Viernes Santo, que reinan tambien las tinieblas en el sepulero de los Amigos de Jesus?...—Lo que allí se sien- te pudiera expresarse en un himno; pero no es para explicado en oscura prosa.—Adivínelo vuestra al ma.

Delante del Altar que hay en el fondo de este augusto Panteon, se ve una Estátua arrodillada, que reza con las manos juntas, adorando á los Suntos Mártires.—Es Pio VI, representado por el cincel de Canova.—El cuerpo del Pontífice yace debajo de la Estátua.—;¡Pio VI, el gran legisla- dor, el papa liberal, el príncipe patriota, el antagonista de Bonaparte, el prisionero no vencido, el mártir victorioso!...

El Altar Mayor de la Basílica, en que sólo el Papa puede oficiar, forma un suntuoso tabernáculo de bronce dorado (bronce que procede